Solemos caer en la trampa de creer que es siempre sano complacer a las personas que queremos. Es más, ¡así le demostramos nuestro amor!.
Pero, ¿no sería más interesante ayudarles, entenderles y respetarles?, recordemos que amar es soltar, dejar ser,… no retener.
Cuando complacemos a alguien corremos el riesgo de estar perjudicándole en vez de ayudarle. Pero encima estaremos perjudicándonos a nosotros mismos perdiendo nuestra libertad. ¿Cómo distinguir ayudar y complacer?, cuando somos los que cargamos con las circunstancias o “pruebas” que le corresponde a otro gestionar estamos complaciendo al otro y no ayudándole, estamos “haciendo su trabajo” y por tanto nunca obtendrá su aprendizaje. ¿Es eso lo que deseas para las personas que quieres?.
Dos niños que llegan con deberes a casa. A los dos no les apetece hacerlos, la diferencia es que un padre complace a su hijo haciéndole parte de los deberes, porque está cansado. Este niño se acostumbrará a buscar a alguien que resuelva sus cosas por él. ¿Tienes a tu alrededor alguien que sigue este patrón aún hoy en día…?. El otro padre se sienta al lado de su hijo y le ayuda a que sea el mismo quien haga los deberes, aún a riesgo de que sufra alguna rabieta. Este niño aprenderá asumir su responsabilidad, autonomía, autoestima,… Ojo, solo sería sano complacer si no pierdes tu libertad y no sustituyes a la otra persona en sus responsabilidades y en la obtención de aprendizajes en su vida en general.
Llévate el ejemplo a tu pareja, tus amigos, tus familiares, compañeros de trabajo,…ayúdales, hazles el regalo de «darse cuenta» y actuar por si mismos. Y permanece presente, a su lado, para cuando necesiten de tu ayuda en su proceso, en su desafío.
Te deseo un día lleno de consciencia para “darte cuenta” de cuando estás ayudando y cuando complaciendo, sacrificando con ello tu libertad y el aprendizaje y crecimiento de la otra persona.
Yo, aquí y ahora, contigo.