Son las 8:55 y entro en el edificio donde trabajo. Coincido con un compañero que entra a la misma hora que yo. Saludo cortésmente a la persona que nos abre la puerta con una sonrisa en la cara y un gran “buenos días” y un “gracias” como despedida. La persona de la puerta apenas me mira, no habla, nunca gesticula y su expresión es seria y desafiante.
Mi compañero me pregunta “¿te trata siempre así cuando entras?, a mí me lo hace y me pone de mala leche”. Yo le respondo “si, así es, cada día”. “¿Y tú siempre eres tan amable?” me preguntó mi compañero, “sí claro” respondí. “Pero…¿y porqué eres tan amable si esa persona se comporta así contigo?”. “Porque no quiero que sea esa persona la que decida como debo actuar yo”.
La mayoría de nosotros nos dejamos llevar por lo estímulos emocionales de fuera y perdemos el rumbo. Señales de eso son las frases tipo “me pone enfermo…”, “me cabreas…”, etc. No solo nos dejamos llevar por el exterior sino que además le echamos la culpa de lo que sentimos.
Todos parece que queremos ser una “persona plena”, “ser yo mismo, auténtico” pero ¿qué es eso?.
Se trata de aquella persona que no se deja sucumbir ante la ira, rabia, vileza, etc, de los demás. No se deja transformar por el ambiente sino que es ella la que influye en el ambiente de forma positiva. Cualquier acción desde una emoción positiva es una acción positiva, regala “buen rollo” y mantente firme en tu emoción positiva cuando quieran cambiártela, se “auténtico”.
Te deseo un día lleno de «buen rollo», dueño de tus emociones.
Yo, aquí y ahora, contigo.